El duelo del humano frente a la pérdida de su animal de compañía
Con este documento quiero homenajear a los animales que me han acompañado en la vida y que hoy siguen en ella, no siempre en la presencia real sino que también en la presencia del corazón.
¿Cómo expresar lo que siento ante la pérdida de mi amado ser sintiente? Es difícil, voy a intentarlo.
Sabemos que nos cuesta aceptar la muerte como un proceso natural, los humanos somos parte de la naturaleza y tal cual observo los animales se apegan a la vida y no quieren la muerte, nosotros no somos menos. Nuestra capacidad consciente de poder observar nuestra propia consciencia, nos plantea un reto terrible cuándo sabemos o nos encontramos con señales de enfermedad o de bajada de energía en nuestro animal. No sabemos cómo, lo cierto es que empezamos con un proceso que tratamos en lo posible de no seguir, negamos la evidencia, buscamos que no sea así, lo que sabemos y sentimos en el fondo, el dolor quiere brotar e impedimos que surja y se exprese.
Hay personas que me he encontrado en mis paseos diarios, y que se han parado un momento para comentarme de mi perro cosas así:
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¿Es viejito?, Está delgado, sus patitas están muy finas, ¿le pasa algo?
Les he repetido una y otra vez:
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¡Qué va! es mayor simplemente, está bien
Después de recibir noticias fisiológicas de pruebas veterinarias y al no poder integrar lo que me dicen, he vuelto a repetir en este caso en esos encuentros de amigos y conocidos:
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“Sólo está enfermo y le doy todo lo que puedo para ayudarle”.
Necesito repetir y repetir para quedarme en la realidad sin escaparme, hasta que de tanto escucharlo hacia afuera lo puedo colocar en mi interior y, a partir de ese instante comienza el duelo a brotar inexorable e implacable.
Vuelvo a intentar quedarme en el presente, cada atención hacia mi amado animal es un acto profundo de presencia, aún así, muchas veces el dolor aparece de nuevo cuando no puedo regular mi mente de futuro. No quiero, la lucha es infinita, te interfiere con la presencia que quieres grabar para siempre en tu piel y tu alma. La presencia del cuerpo que pronto dejará de estar para transformarse en el vacío hasta que podamos llenarlo en el adentro de más amor y recuerdo de momentos presentes que ya se instalen en nuestros huesos.
No puedo decir que hay un orden correcto de vivenciar esta despedida, casa ser humano tiene su manera única de percibir, aceptar, e incorporar a su memoria corporal y profunda cuánto afecto da ese ser animal, peludo y con frecuencia mamífero, aunque también puede ser cualquier otro ser vivo, y nos entrega.
¿Cómo poder traspasar el dolor de saber lo venidero, la pérdida del cuerpo de mi querido animal, y de lo que siento con su cercanía?
Es la gran incógnita, la no respuesta, el intento del mi humanidad de dar sentido nuevamente a la naturaleza de los universos, la permanente impermanencia de todo en el ciclo continuo de la vida. No puede entenderse y menos aceptarse, la esencia es la pelea frente a la muerte y su antecesor, la debilidad y enfermedad, o incluso el accidente que complica aún más las cosas.
En mi historia, he pasado por tantos momentos de fe y otros tantos de materialismo biológico que a veces me confunde realmente qué es objetivo, quiero verlo y entenderlo y no tengo manera. La lucha por mantener a ese pequeño o gran animal, junto a mi es el objeto de toda mi concentración. Así nada me importa, ni el dinero, ni a veces el sufrimiento, escucho focalizadamente lo que quiero que sea, solamente deseo que se quede conmigo un poco más.
Estar atento en esta etapa a saber hasta cuándo puede quedarse tu amado, llega a ser un tema continuado de resistencia al duelo. Lo consigo, me quedo en ese punto, y enseguida busco la manera en la actualidad de no precipitarme a acelerarle la muerte y a la vez darle lo que necesita para su vida con la mayor calidad.
Cuando siento que ya el animalito no puede más, que veo su dolor, del perro y con más dificultad del gato que son lo seres que he tenido la fortuna de conocer en mi existencia, y de otros que lo manifiesten de maneras distintas, cuando ya no puede más es mi gran duda cuando me encuentro que siguen queriendo vivir por encima de todo.
Por supuesto hacer todo lo que esté en tu mano para hacer que el animal sufra lo mínimo ayuda pero también aumentará el vacío de su ausencia cuando muera. Siempre en el conflicto.
Me gusta mantener una creencia de otras vidas que siguen a ésta, otras vidas para poder seguir avanzando y buscando llegar a iluminarse para ayudar a los demás, cuándo lo consigo por un momento, logro la paz y la integración de la pérdida. El dolor disminuye con la esperanza, con el agradecimiento, con el recuerdo de la alegría que he sentido en cada instante de compartir la vida con ese ser magnífico lleno de entrega y la vez de la responsabilidad que supone ser acompañado. Para el estado social es un lujo tener un animal, lo penaliza con impuestos sin entender que hemos ocupado la tierra toda y que los seres animales y vegetales estaban ahí y es importante vivir con ellos, convivir.
Es un lujo desde luego tal como ha sido y sigue siendo en mi caso, aceptar con todas las consecuencias la tarea de cuidar, de ser movida y necesitada por otro ser que sin hablar, me hace conectar con mi tierna infancia, me recuerda que puedo jugar toda la vida, reír con cosas sencillas y pasear con las manos llenas en vez de vacías.
Para mí la vida tiene más sentido con este acompañamiento que el dolor que pueda padecer cuando ya no esté. Quiero vivir el día a día y dar este espacio aunque parezca apegada. Soy generosa de valorar lo esencial y el” pequeño afecto”, que es para muchos humanos.
Si algún día tengo que vivir con el vacío, siempre puedo atender a los seres vivos y a la naturaleza con el respeto y la atención continua que se merece sin apropiarme, ni ser dueña.
Gracias por la fortuna de conoceros, disfrutaros, ¡queridos animales!
Ascensión Ramirez Cagigas, Psicóloga y Psicoterapeuta, Febrero 2019.